SEFIRÁT HAÖMER: LOS 288 DESTELLOS -
RECTIFICANDO EL MUNDO DEL CAOS
La unión de JÉSED y GUEVURÁ
introduce el número 288 (72 + 216), valor que tiene un lugar importante en la
Kabbaláh. Este número aparece en el primer Libro de las Crónicas para designar
las disposiciones litúrgicas: “Los que habían aprendido a cantar para HaShém,
fueron contados con sus hermanos; eran en total 288 para ser entendidos” (Divré
HaYamím Álef/1ª Crónicas 25:7).
Se puede considerar que el número
288 expresa los 72 Nombres en los cuatro Mundos (72 x 4 = 288), pero, en la
Kabbaláh, el tema de las 288 chispas o destellos רפח ניצוצין (RaPáJ
Nitzotzín) está frecuentemente relacionado con el estallido de los “Reyes” de
Edóm, en donde la caída designa la muerte. Todo lo que existe en el mundo
expresa lo que se produce en estos “Reyes”. Así, la muerte de un humano es
análoga a la caída de estos “Reyes”. Cuando una persona muere, su alma y su
cuerpo se separan uno de otro. El alma se eleva hacia su morada, mientras que
el cuerpo desciende hacia la tierra, donde es enterrado. En el momento de la
caída de estos “Reyes”, las luces fueron separadas de los receptáculos, tal el
alma del cuerpo. El alma del cuerpo, que corresponde a las luces, se eleva a su
lugar en el mundo de Atzilút, mientras que el cuerpo, que corresponde a los
receptáculos, desciende al mundo de Beriá. Es el entierro. La restauración de
los receptáculos y su elevación, conciernen a la noción de resurrección. Esta
última, enseña que los cuerpos enterrados volverán a subir, como los
receptáculos restaurados. La doctrina de la resurrección muestra que cuando una
persona muere, una cierta parte del espíritu permanece con el cuerpo, es lo que
el Zóhar llama el “calor de los huesos”, con el fin de que sea sostenido hasta
su resurrección. De la misma manera, cuando los “Reyes” descendieron, un poco
de poder espiritual fue dejado en ellos con el fin de sostenerlos durante el
período del Tikkún, del mundo de Atzilút. Este poder está representado por los
288 destellos, que permanecieron en los receptáculos que bajaron al mundo de Beriá,
mientras que las principales luces subieron al mundo de Atzilut, dejando
solamente sus huellas en los receptáculos, para animarlos, siendo estas 288 luces
residuales, los cuatro veces 72 destellos (4 x 72 = 288) que han salido de los
cuatro Nombres de 72, 63, 45 y 52.
Es necesario saber, que las luces
del mundo de Atzilút están compuestas por diferentes variaciones de los cuatro יהוה de esta manera:
Atzilút (Emanación) - ÄB
יוד הי ויו הי : 72
Beriá (Creación) - SaG
יוד הי ואו הי : 63
Yetzirá (Formación) - MaH
יוד הא ואו הא : 45
Äsiá (Acción) - BaM
יוד הה וו הה : 52
Los destellos están en el origen de
la bajada de cada uno de los cuatro Tetragramas, con el fin de que puedan
animar sus receptáculos. Los destellos del Tetragrama 72 han caído en los
receptáculos que dependen del 72. Y lo mismo para los otros Tetragramas, pues
los destellos de un Tetragrama no pueden animar un receptáculo que dependa de
otro Tetragrama. Es pues necesario que los destellos caigan individualmente
para cada uno de los Nombres. El Tetragrama 72 es superior a los otros, a
continuación viene el 63, después el 45 y finalmente el 52. Eso, porque en el
momento del estallido, los destellos del
Tetragrama 52 han caído a través de numerosos grados.
En los grados sefiróticos, los
cuatro Tetragramas pueden comprenderse así: El Nombre 72 corresponde al nivel
de JOJMÁ envuelto por JÉSED. El Nombre 63 corresponde al nivel de BINÁ envuelto
por GUEVURÁ. El Nombre 45 es directamente asociable al ZÉËR ANPÍN y se sitúa en
el centro de TIFÉRET, NÉTZAJ, HÓD y YESÓD, aunque ZÉËR ANPÍN engloba seis
sefirót. El Nombre 52 está en MALJÚT.
Los 288 destellos son juicios muy
severos. Han salido de los “Reyes primordiales que fueron quebrados”, a su vez
salidos de la “Luz Fuerte”, escondida en el útero de la Madre BINÁ, fuente de
todos los diním (juicios), como es mencionado en el Zóhar. Esta luz determina
la intensidad y el límite de cada sefirá.
288 es el número de nitzotzín,
“chispas” (que cayeron desde el cataclismo primordial, (Shevirát HaKelím - “la
ruptura de los recipientes”), las cuales permean toda la realidad creada. A través
del “esfuerzo dual” de jésed y guevurá, no sólo para formar la realidad, sino
para rectificarla, (con los dos conceptos de “el brazo izquierdo que rechaza
mientras el derecho acerca”), esas chispas caídas son redimidas y elevadas,
para volver a unirse con su verdadera fuente original. En sentido general, este
es el secreto de la venida del Mashíaj, y la resurrección de los difuntos.
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