ZÉVED HABAT O SIMJÁT BAT
Zéved HaBat o Simját Bat es la
ceremonia en la cual las comunidades otorgan el nombre a las niñas recién
nacidas, siendo -en ese sentido- paralela al ritual de Brít Milá para niños,
pero sin el brít milá.
El nacimiento de una hija se celebra
con una alegre y tradicional ceremonia, en la cual la recién nacida recibe el
nombre que establece su pertenencia al Pueblo Judío.
Las familias judías sefardíes suelen
celebrar el nacimiento de sus hijas con una ceremonia llamada Zéved Habat,
cuyos orígenes se remontan a costumbres judías sefardíes e italianas del siglo
17 de nuestra era.
Zéved Habat significa “El obsequio
de tener una hija”. En muchas de las comunidades, la ceremonia se conoce como
“Fadas”.
La ceremonia se celebra generalmente
durante el primer mes de vida de la recién nacida. En su transcurso, la madre
pronuncia el Birkát Gomél -una plegaria de agradecimiento-, se recitan versos
del Cantar de los Cantares (2:14 y si la hija es primogénita, el 6:9), y se
pronuncia la oración de Mi Sheberaj y Tehilím 128.
En la ceremonia del Zéved HaBat (el
regalo de tener una hija) también llamado Simját Bat (la alegría de tener una
hija), cuyo origen hace referencia a la matriarca Leáh, quien tras el nacimiento
de Zevulún afirmó: «Zevedáni Elo-hím Otí Zéved Tóv» “Me ha hecho Di-s un buen
regalo” (Bereshít/Génesis 30:20); generalmente el padre de la niña se presenta
en la sinagoga el primer Shabbát después del nacimiento, donde el rabino
bendice a los padres de la niña que recibe su nombre hebreo; pero existe
flexibilidad, y muchos efectúan ceremonias privadas en cualquier día del primer
mes después del nacimiento.
EL COMIENZO DE UNA VIDA JUDÍA
La importancia de la primera
ceremonia religiosa en la vida de un judío, no reside en que a través de ella
se determine su cualidad como judío, sino que celebra la trascendencia de su
nacimiento para la continuidad del pueblo de Israel.
En las ceremonias del Brít Milá y el
Zéved Habat, los bebés reciben sus nombres, su historia: genealogía, raíces,
bagaje, y con ello, un propósito: ser un eslabón más en esa cadena
generacional, dar continuidad a su estirpe, a su pueblo.
Las leyes ancestrales dictaban la
realización de sacrificios de agradecimiento tras el nacimiento de un hijo,
cualquiera que fuera su sexo, a los 40 días para los niños, y a los 80 para las
niñas.
El Talmúd registra la costumbre de
plantar un árbol de cedro tras el nacimiento de un varón y un ciprés si era
niña (Gittín 57a).
El ritual central para dar la
bienvenida a los varones al pueblo judío y su pacto con Di-s es el Brít Milá
para los varones, ritual tan antiguo como el judaísmo en sí mismo y el Zéved
HaBat o Simját Bat para las niñas.
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