ITZJÁK LURIA - EL ARÍ HAKADÓSH
Rabi Itzják/Isaac Luria Ashkenazi
(Jerusalén 1534- Safed 1572), rabino y cabalista, está considerado como el
pensador más profundo del misticismo judío de entre los más grandes y célebres,
y el fundador de la escuela cabalística de Safed.
Se le conoce también con el
sobrenombre de Ari zal hakadosh, el santo león, de bendecida memoria. (Ari
significa "león" en Hebreo, pero aquí se trata de las síglas de
Ha'Eloki Rabbi Itzják, el divino Rabi Isaac. Zal significa "su memoria es
bendecida".)
Isaac Luria nació en Jerusalén, a
donde su padre, ashkenazi de la Europa central, había emigrado después de
casarse con una sefardí. Tras la muerte prematura del padre, el joven Isaac fue
educado por su madre, que emigró a Egipto donde su hermano, Mordejái Francés,
rico comerciante, se había instalado.
El año de este traslado es dudoso.
Según su propio testimonio, habría estudiado en Jerusalén con el cabalista
Kalonymos. Sin embargo, la tradición oral sitúa su llegada a la casa de su tío
a la edad de siete años. Luria estudió en una yeshivá bajo la dirección de
David ben Salomón ibn Abi Zimra y su sucesor. Se mostró excepcionalmente
dotado, cubriendo sus necesidades gracias al comercio y los negocios.
A la edad de 15 años, se casó con la
hija de su tío, y los recién casados se retiraron a una isla desierta en el
Nilo que pertenecía a su tío y a suegro. Isaac Luria se consagró principalmente
al Zóhar y a obras cabalísticas anteriores, llevó una vida ascética y comenzó a
tener visiones.
En 1569, siguiendo una llamada
interior, se instaló en Safed. Gozando rápidamente de una gran reputación de
poeta místico, empezó a enseñar la Cábala en academia y a predicar en las
sinagogas. Se interesó especialmente en las ideas del rabino Moshé Cordovero
(El Ramak), y estudió Cábala con él hasta la muerte de éste.
Él mismo murió en Safed, durante una
epidemia, dos años más tarde.
Isaac Luria fue extremadamente
reverenciado, sus discípulos le imputaron numerosos milagros, y le consideraban
como un santo (elohím, “divino”, no es un término honorífico frecuente en el
judaísmo. Prácticamente sólo se aplica a él).
En el año 1570 emigró el Arí a
Safed, que era, en aquellos días, el centro de los estudiantes de Cabalá. Rav
Moshé Cordovero (El Ramak), que era el más destacado de los cabalistas de Safed
de la época, reconoció de inmediato su grandeza y recomendó a todos sus
estudiantes que fueran a estudiar con el Arí. Y así sucedió enseguida del
fallecimiento del Ramak.
Durante diecisiete meses en los que
vivió el Arí en Safed, realizó el cambio más fundamental de la historia
cabalística –convirtió la Cabalá de un método aplicable hasta el momento sólo
para virtuosos, en un sistema accesible para toda persona en nuestra
generación.
El Arí no escribió nada por sus
propios medios. Sus discípulos –especialmente su sucesor, Rabí Jaím Vital-
escribió todos los libros llamados hoy en día “Kitvé ha´Ari/escrituras del
Arí”, dictados por este. Los más destacados entre estos son “Ëtz Jaím/Árbol de
la vida” y “Shmonéh Shaärim/Ocho puertas”. Muchos años después de su muerte,
fue aceptado el método de estudio que introdujo en las diásporas de Israel y
fue aprendido por los más destacados cabalistas. El Arí falleció en 1572 por
una epidemia teniendo apenas 38 años. El día de su fallecimiento es el cinco
del mes de Av.
Ya durante su niñez sentía el Arí
que había llegado al mundo para cumplir una misión especial, para crear una
revolución nunca vista. Los pensamientos sobre ello no lo dejaban en paz, y a
pesar de su temprana edad, sentía la magnitud de la responsabilidad que se le
había asignado.
Gracias a su dedicación sobresalió
entre los alumnos del Rav principal de Egipto, el Rav David ben Zimra, y su
nombre comenzó a conocerse en toda la zona.
Pero todo esto no era suficiente
para el Arí: “Títulos de honor no son el objetivo por el que vine al mundo”,
solía repetir, “debo revelar al Creador, entender la fuerza que activa la
realidad…”
LOS SECRETOS DE LA CREACIÓN
COMIENZAN A REVELARSE
Al transcurrir los años, el Arí se
profundiza en los escritos de la Cabalá, y comienza a entender lo que se le ha
asignado –adaptar el método de la Cabalá a todas y cada una de las almas. “Esta
es la razón por la que bajó mi alma al mundo”, se decía.
A partir de ese momento, el tiempo
del Arí deja de correr. Él ve únicamente una sola meta –simplificar y adaptar
la Cabalá para las generaciones venideras.
Para concentrarse en su misión, el
Arí se muda a una casa pequeña y asolada en las orillas del Nilo, construida
para él por su tío. El Arí dedica cada momento y pensamiento al estudio del
libro del Zóhar. Con toda su fuerza, trata de profundizar y entender lo que se
esconde detrás de las palabras “Rabí Jía”, “tierra”, “Rabí Shimón”. ¿Cuál es el
significado oculto, interno, de cada una de las letras y cada palabra en el
libro de los libros de la Cabalá?
Los platos de comida que su esposa
le dejaba al umbral de la habitación se apilaban uno sobre otro por fuera de su
puerta cerrada. El Arí no dejaba su habitación durante días enteros e invertía
todas sus fuerzas en la misión de su vida. Su pequeña casa se convirtió
rápidamente en el lugar donde se revelaban a él todos los secretos de la
Creación, hasta el más profundo de ellos.
TESTIMONIO
“¿Has escuchado sobre Rav Itzják
Luria, el sabio que ha llegado a la ciudad hace poco?”, me preguntó una tarde
mi maestro, el Rav Moshé Cordovero (el Ramak).
Un sabio alumno que llegara de Safed
en aquellos años, no era, por así decirlo, una sorprendente novedad. “Yo estoy
muy ocupado en mi estudio, que es para mí lo principal”, le conteste prácticamente
sin darle importancia, “no tengo tiempo para cada extranjero que llega a la
ciudad”.
Rabí Moshé Cordovero se calló.
Después de unos minutos cerró sus ojos y dijo: “no sé, Rav Jaím, cuan grande es
tu error al no dejar todas tus ocupaciones ahora mismo, y no correr a conocer
esa gran persona. Deja tus estudios y ve a conocerlo mientras tengas la
oportunidad de hacerlo. No es un pedido, Rav Jaím, ¡es una orden!”
Así vi por primera vez al Sagrado
Arí.
Aún recuerdo la fortaleza que
emanaba de él, la emoción que me inundó cuando comenzó a hablar. Estaba sentado
frente a mí, y parecía como si supiera las respuestas a todas mis preguntas. En
pocos minutos desaparecieron mi envidia y mi desdeño.
Entendí frente a quien estoy
sentado, y me juré nunca olvidarlo.
PELAR LA CÁSCARA EXTERNA
Corre el año 1570. Pasaron 30 años
desde que el Arí dejó la Tierra de Israel, y ahora siente que debe volver a
ella para completar la misión que le fue asignada. Él mismo ya alcanzó los
secretos del mundo superior, y ahora siente que debe ayudar a otras personas
para conseguirlo.
Y así, en el año 1570, llega el Arí
a Safed, ciudad norteña en la tierra de Israel.
Enseguida de su llegada, Rabí Moshé
Cordovero (el Ramak), quien fue el mayor cabalista de la época, atestiguó que
el Arí proviene de la raíz de un alma especial. Los más destacados de los
cabalistas de Safed se agrupan en torno a él y se convierten en un grupo de
discípulos y se hacen llamar “Los cachorros del Arí”.
Se cuenta que solían reunirse
diariamente antes del amanecer para escucharlo impartir cátedra. Cada palabra,
cada sílaba que salía de su boca, era enhebrada como una sutil hebra al mundo
interior que era conocido únicamente para él. Nivel a nivel, él bajaba al
escalón espiritual de sus alumnos y los elevaba al tope de la escalera
espiritual. Muchas veces se quedaban estupefactos frente a las indefinidas
frases del Arí. Y este, al verlos, se sonreía.
“Es bueno que no entiendan. El
intelecto es el reflejo de vuestro egoísmo, es un utensilio en manos del deseo
de recibir que está impreso en ustedes”, les dijo más de una vez, “si no quitan
el envoltorio exterior y se adhieren a vuestro interior, no entenderán nada del
estudio del Arí”.
SU SUCESOR – RABÍ JAÍM VITAL
“¿A dónde ha ido Jaím Vital? ¿Acaso
a esta hora se ha ido de aquí?”, y lo lamentó mucho el Arí, “yo deseaba
entregarte algo oculto, Jaím, pero no estás aquí…”. Tomado del escrito “Shaär
haGuilgulím” (Puerta de reencarnaciones) –palabras dichas a sus alumnos unos
instantes antes de morir.
A lo largo de las generaciones, los
grandes cabalistas se vieron necesitados de un discípulo de un alma especial,
para que por medio de este pudieran revelar sus logros espirituales al mundo.
Así como Rabí Aba, que estuvo al lado de Rabí Shimón Bar Yojái para anotar sus
palabras y de las cuales se compuso el libro del Zóhar (libro del Esplendor),
así anotó Rabí Jaím Vital (Rajú) todo lo dicho por el Arí.
La profunda relación que se formó
entre el Arí y su discípulo, se manifiesta en las conmovidas palabras que dijo
el Arí antes de morir a Rabí Itzják Cohén: “Dile a los amigos de mi parte, que
a partir de ahora en adelante no se dediquen a la sabiduría que les enseñe en
absoluto, porque no la han entendido debidamente, sin embargo, únicamente Rabí
Jaím Vital se dedicará a ella ocultamente en silencio”.
“¿Es que acaso no hay más esperanza?
– preguntó Rabí Iztják Cohén nerviosamente.
“Si serán afortunados, vendré y les
enseñaré”, contestó el Arí.
Pero Itzják Cohén no entendió sus
palabras. “¡¿Cómo vendrás a enseñarnos después de haber fallecido?! – preguntó
nuevamente.
“No tienes asuntos en lo oculto”, le
contestó el Arí y falleció, a los 38 años de edad.
COMENTARIOS SOBRE EL PENSAMIENTO
LURIANO
El camino a la espiritualidad se
abre:
“No hubo quien consiguiera esta
sabiduría como él”, escribió su dedicado alumno, Rabí Jaím Vital, “puso a un
lado a todos aquellos que lo precedieron”, escribió Baäl haSulám refiriéndose a
él.
Y efectivamente, el Arí fue la
reencarnación de un alma especial. Un alma que fue concebida en cinco altísimos
espíritus: Avrahám, Moshé, Rabí Shimón Bar Yojái (Rashbi), y finalmente en el
Baäl haSulám.
Cada uno de ellos adaptó y
simplificó la Cabalá a su generación, y con todo, el Arí tuvo una función
especial. El Arí abrió una nueva era en la historia humana, y por lo tanto se
lo conoce entre los cabalistas como “Mashíaj Ben Yoséf/Mesías, hijo de José”.
Durante los diecisiete meses en los
que vivió el Arí en Tzfat/Sefad, hizo lo imposible: de un método que estaba
adaptado hasta ese momento únicamente para virtuosos elegidos, convirtió la
Cabalá en un camino accesible para toda persona. A partir de sus días, el
camino hacia la eternidad y la perfección, a una vida de felicidad y amor, se
abrió para todos nosotros.
“Muy a menudo me pregunto por qué
llegó el sagrado Arí precisamente en mis tiempos. Cada vez vuelvo a preguntar
esta pregunta y la dejó sin respuesta, agradeciéndole al Creador por permitirme
conocerlo.
Y a pesar de todo, cada vez que lo
recuerdo, se me dibuja una sonrisa en los labios y una calidez inunda mi
corazón.
Cierro los ojos y frente a mí está
esa casa conocida, con las ventanas abiertas hacia los cerros verdes de Safed,
la casa del Arí.
Escucho su profunda voz. Me dice:
“el mundo ya no necesita de elegidos virtuosos, Jaím Vital, a partir de
nuestros días toda persona puede llegar a la espiritualidad”.
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