¿USTED CREE EN ÁNGELES?
Todos los que alguna vez vivenciaron
un Séder de Pésaj escucharon acerca de Eliáhu Hanaví, el profeta para quien
dejamos la puerta abierta esa noche esperando su llegada
Pero, ¿alguien realmente cree que
verá al ángel de Eliáhu cruzar su portal?
Hace muchos años, había un hombre
rico con gran fascinación por el profeta Eliáhu. Habiendo escuchado rumores
acerca de que existían ciertos ejercicios espirituales, no para sentir sino
para realmente ver a Eliáhu, cara a cara, se dirigió a su rabino para pedirle
la fórmula.
El rabino, una y otra vez rechazó el
pedido, argumentando que desconocía que existieran tales ejercicios. Pero el
hombre rico insistió por días, semanas y meses, hasta que finalmente, unos dias
antes de Pésaj“ , el rabino lo citó a su oficina.
“He decidido darte la fórmula” -dijo
el Rab- “para ver a Eliáhu HaNaví. Pero con una condición: debes seguir mis
instrucciones al pie de la letra sin cuestionamientos ni preguntas.” El rico
aceptó esa condición.
El rabino continuó: “Lo primero que
debes hacer es informar a tu familia que no vas a pasar los primeros días de Pésaj
con ellos porque te irás lejos de la ciudad. En segundo lugar, compra mucha
comida, exquisiteces. Además, la más hermosa ropa para niños que encuentres. En
la víspera de Pésaj vas a viajar a la ciudad de Minsk, atravesarás la ciudad y
justo antes de los bosques encontrarás una casa, casi deshecha. Unos instantes
antes del horario en que se encienden las velas de la festividad quiero que
toques la puerta de esa casa. Cuando te abran, pide pasar los primeros días de
Pésaj con ellos”.
El hombre siguió las instrucciones.
Habló con su familia, explicándoles que sabía dónde iba a estar Eliáhu este Pésaj
y debía ausentarse para cumplir el sueño de su vida de conocerlo. Por supuesto,
la familia lo apoyó.
La tarde de la víspera salió de su
casa, compró lo acordado y se dirigió a Minsk. Tras atravesar la ciudad,
efectivamente encontró una casa como la descripta por su rabino. Esperó al
horario de las velas y tocó la puerta. Una mujer abrió.
“Hola, ¡Jag Sameaj ”, ¿le importaría
si me quedo estos primeros días de Pésaj aquí con ustedes?” -preguntó el
hombre.
La mujer respondió: “Disculpe
caballero. Nada nos gustaría más que tener invitados en las fiestas, pero somos
muy pobres. No tenemos comida ni siquiera para hacer nosotros el Séder ”.
El hombre la tranquilizó mostrándole
que tenía muchísima comida y que había traído linda ropa para los chicos. Lo
recibieron con alegría, cantando, leyendo historias, disfrutando del pescado,
la carne, y cumpliendo con entusiasmo los pasos del Séder. Al llegar al momento
en que se debe abrir la puerta para Eliáhu, el hombre, expectante y ansioso, pidió
permiso para tener el honor de hacerlo.
Lo esperó toda la noche, pero Eliáhu
no apareció.
Pensando que tal vez el profeta
vendría la segunda noche de Pésaj, lleno de emoción, volvió a vivir junto a la
mujer y sus hijos un hermoso segundo Séder, nuevamente abrió la puerta para
Eliáhu, pero incluso esa otra noche el ángel del profeta no se presentó. Con la
frustración de haber pasado los dos días completos esperando a Eliáhu sin resultado,
el hombre volvió a la ciudad y se dirigió a lo de su rabino.
“Rabino, el sistema no funcionó. No
pasó nada. No conocí a Eliáhu” -protestó.
“No puede ser. ¿Seguiste todas las
instrucciones? ¿Compraste lo que te dije? ¿Fuiste a la casa?” -preguntó el rab.
Ante la ratificación del hombre de
haber cumplido la consigna al pie de la letra, el rabino soltó: “Entonces,
hagámoslo otra vez: para los últimos dos días de Pésaj debes volver a la casa,
llevando más comida aún, y más ropa para los chicos, de fiesta y para todos los
días, y compra juguetes y dulces que a los chicos les puedan gustar.
Seguramente notaste que tienen unos pocos muebles desvencijados. Llévales
muebles nuevos, lindos. Cuando llegues a la casa, justo antes del encendido de
velas acércate pero esta vez, en lugar de tocar, aproxima tu oído a la puerta y
escucha la conversación. . .”.
El hombre volvió a avisar a su familia
que se iba a conocer a Eliáhu, llenó su camioneta de comida, ropa, muebles y
juguetes, llegó a la casa, pero no tocó. Sólo escuchó lo que sucedía dentro.
Los niños estaban llorando: “Mami,
tenemos hambre. No comimos nada en todo el día. No tenemos comida. ¿Cómo vamos
a celebrar la festividad?”.
Y escuchó a la madre responderles
“Ay chicos, chicos... ¿se acuerdan cuando estaban llorando en la tarde previa a
la noche del primer Séder, porque no teníamos comida, ni ropa para la
festividad? ¿Qué les dije entonces? Les dije que seguramente Eliáhu vendría a nuestra
casa, y nos traería comida y les traería ropa. ¿Y acaso no vino? No sólo vino.
Pasó la festividad con nosotros. Tuvimos a Eliáhu en nuestra casa durante los
dos primeros días de Pésaj exactamente como se los había prometido. Chicos, va
a suceder de nuevo. Eliáhu vendrá. No ignorará vuestras lágrimas”.
El hombre entendió el mensaje de su
rabino. .. y tocó la puerta.
Si queremos ver ángeles en nuestras
vidas, seamos ángeles para otros.
No debemos intentar ver a Eliáhu.
Debemos procurar SERLO.
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