SHEVIRAT HAKELIM: EL ROMPIMIENTO DE LA VASIJA Y LA ALQUIMIA
KABBALÍSTICA
En el momento del acto creador, Isaac Luria dice que ciertos
receptáculos (kelim) no fueron suficientemente sólidos para recibir la luz. En
razón de un accidente causado por una repentina autolimitación, ciertas
fuerzas-energías originales perdieron su elasticidad expansiva y chocaron, por
tanto, con la energía creadora que las rompió. Para tomar la imagen precedente
de la tela tejida, ciertos puntos se rompieron y rompieron de este modo la
unidad armoniosa del hilo creador. Este no fue más uno sino dos, tres, después
una multitud de hilos que constituyeron la tela. Cada uno continuó o paró su
expansión, aislado de la fuente creadora. Esta armonía rota concierne al cosmos
entero, todas las fuerzas naturales, les leyes rítmicas, los astros y todas las
criaturas. La armonía del Adam Kadmón, macho y hembra fue pues rota. De igual
manera la creación entera fue expulsada del principio de armonía y de inmunidad
simbolizada por el jardín del Edén.
El objetivo del kabalista es reencontrar esta armonía perdida,
reparar este accidente. La reparación de las roturas originales depende del
esfuerzo de la más ínfima de las criaturas. En razón de la cadena jerárquica
evolutiva, la responsabilidad del hombre es fundamental dentro de esta
reacción. Pertenece a cada uno de nosotros reparar las roturas reveladas en
nuestra naturaleza por nuestros fallos, todos estos defectos representan el
plomo del alma. La Kabaláh es una verdad alquímica espiritual por la que la
sustancia que constituye nuestras imperfecciones es transformada en cualidad
luminosa.
La rotura de los receptáculos ha hecho obligatoriamente residuos
que se llaman Klipot-cáscaras. Estas Klipot
כלפות ,
representan todas las fuerzas involutivas del universo, la anti-luz del cosmos,
los agujeros negros de nuestra conciencia. Cada Klipáh según su fuerza es una
devoradora del Én-Sof Or (Luz del Infinito). Después de la rotura, un eterno
combate ha nacido: es el de la luz y las tinieblas; es lo que se dice la Luz
pues ella es única y las tinieblas que son diversas. En nosotros, una Klipáh es
una fuerza involutiva empujándonos a sumergirnos en la inercia y la división;
ella circula en la sombra de nuestro inconsciente y nos hace actuar a menudo
contra nosotros mismos. Es como un iceberg no vemos más que una pequeña parte.
Esta cara revelada es uno de nuestros defectos.
Apoyándonos sobre el hecho de que “la naturaleza tiene horror al
vacío”, destruir una klipot no soluciona nada, pues no se hace más que acentuar
la desarmonía. Es necesario pues, conseguir transmutar una klipáh en luz y
remitirla a los procesos evolutivos; es este todo el trabajo de la Kabaláh. Un
defecto humano no debe ser pues destruido, sino transformado en cualidad; se
debe hacer servir como carburante para alimentar una nueva cualidad. El
despertar de lo divino en uno mismo, depende de las tinieblas que sueñan en los
abismos de la consciencia, pero también de la fuerza y del valor que se tenga
para despertarlas y domarlas.
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