SHEM 17 - EL GRAN ESCAPE - LAMED ALEF VAV

SHEM 17 - EL GRAN ESCAPE  -  לאו

 

Vocalización: LEU (Moshé Kordovero); La/A/Va (A. Abbulaäfia).

 

Valor numérico: 37

 

Ángel portador del Nombre: Lauviá´h. Valor numérico: 52

 

“Alabad a HaShem, invocad su Nombre; dad a conocer sus obras en los pueblos” (Tehil´lim/Salmos 105:1)

 

Significado: Lámed-Álef-Vav canaliza la energía de Jojmá de Biná. Es, en sentido descendente, revelación y, en sentido ascendente, transcendencia de la forma. La luz de este Nombre nos libera siempre que nos sentimos encerrados, confinados, limitados; no por negación u oposición, sino por trascendencia. Problemas que no pueden ser solucionados deben ser trascendidos. Trascender significa integrar en una unidad de tipo superior. En particular, ¿quién nos ata?, ¿quién nos mantiene confinados en una prisión? No nuestras relaciones (sus demandas), nuestro trabajo y situación financiera, nuestra imagen y la imagen que damos, nuestras creencias, nuestra psique… Es nuestro modo exclusivamente egoico de funcionar y de percibir el mundo. No podemos simplemente anular el ego como no podemos suprimir el cuerpo. Sí lo podemos trascender, despertando a un modo de conciencia en el cual lo percibamos como un mecanismo, un instrumento, en vez de estar identificados con él y vivir para él.

 

La meditación de este Nombre nos abre a ese espacio de conciencia que es lo que llamamos nuestro self: la totalidad de nuestra psique y algo más, puesto que esta es la puerta hacia los niveles más profundos de nuestra identidad (o más bien ipseidad) llamados Iejidá, Chispa Divina, el Di-s Interior. Desbloqueando el ego mantenemos abierto el canal que nos conecta con nuestro Guía Interior en un camino de revelación creciente. 

 

Todo ello queda confirmado por las Guimmatriiiot del Nombre (ya vistas en el Nombre similar nº 11): Lauviá´h = 52 = expansión del Tetragrama en Äsiiiá = Iud-Vav-Dálet  He-He  Vav-Vav  He-He. También 52 es Ben = Hijo.

 

Por otra parte Lámed-Álef-Vav = 37 = Iejidá (Chispa Divina) = Hével = el Hálito Divino. Llamamos revelación a la manifestación de esta conciencia superior – la conciencia tipo Jojmá, directa, aformal, unitiva, global – ante la conciencia tipo Biná: lineal, conceptual, basada en la causa y el efecto y en las categorías mentales. Y esta revelación puede ser gradual y tener muchos niveles (y se dice, por ejemplo, que este ángel confiere sueños premonitorios o revelaciones durante el sueño) o ser repentina como un chispazo de inspiración (Jojmá) que fecunda y hace concebir a nuestra mente (Biná) un nuevo nivel de entendimiento profundo. En cualquier caso, el ángel Lauviá´h es un adalid de la verdad, que concede una gran claridad interior al tiempo que un gran equilibrio emocional, lo que nos ayuda a trascender las situaciones, a ver las cosas siempre desde una dimensión extra, desde otro punto de vista, con objetividad. Otra cualidad de Lauviá´h es el saber reformular (Jojmá) el saber ancestral (Biná), adaptándolo al espíritu de los tiempos. En general, es un inspirador en toda actividad mental creativa. También es un sanador (trascendencia de la forma). En particular actúa en todo lo relativo al cuerpo del sueño (insomnio, pesadillas, terrores nocturnos…) y al exceso de actividad nerviosa y mental. También en los problemas de depresión, debidos, fundamentalmente, a una desconexión con la luz. Lo dicho en relación con el Nombre nº 11 es de aplicación aquí: “En Kabbalá, este nivel [Chispa Divina] recibe el nombre de Shejiná, Presencia Divina, y es el asiento del Aní, el Yo Divino, la verdadera raíz del yo individual, razón por la cual se le llama: yo arquetípico, self transpersonal o, de una forma más clásica, neshamá suprema, y constituye nuestro “punto de enganche” con la Conciencia Divina.

Pero no se alcanza antes de la reducción a nada de todas nuestras características personales. [Inciso: una manera de interpretar este Nombre, Lav, es como Lo (Lámed Álef) V (Vav), es decir No Vav, siendo Vav la letra que representaría las características individuales (Tiféret)]

 

Como dice Rabbí Arié Kaplan: “La palabra hebrea para “yo” es Aní. Es significativo que si se reordenan las letras de Aní se obtiene la palabra Ain, que significa ‘nada’. Esto parece implicar que el verdadero ‘yo’ es la ‘nada’ dentro de mí.” Y un poco más adelante, continúa: “Cuando usamos entonces la palabra Ain-Nada para describir la esencia de un ser humano creado a imagen de Di-s, nos referimos al ‘yo’ último que no puede llegar a ser conocido. Se trata de la fuente intangible de mi voluntad que me impele a hacer lo que decida. Está más alto que el pensamiento mismo, porque es obvio que es ese ‘yo’ el que le dice a mi mente lo que tiene que pensar. Por eso es imposible imaginarlo, porque la fuente de mi voluntad está en un nivel por encima del pensamiento. Simplemente, no hay categoría en mi mente en la que encajarlo. Por tanto, cuando intento imaginar la fuente de mi voluntad, el verdadero ‘yo’, todo lo que puedo representar es una nada. Desde este punto de vista, los demás atributos de la personalidad humana no son el verdadero Aní, sino que deben ser definidos con más propiedad como mi ‘ego’ (...) Si las funciones del ego no miran hacia su fuente en el Aní, entonces son meramente obstáculos en el propio camino de crecimiento y desarrollo como una persona. Si, por el contrario, se transforman en vestiduras o expresiones del Aní, del mismo modo que las Sefirot de Jojmá a Maljut son expresiones de Kéter, entonces el ingrediente básico del self, la voluntad, puede también conectarse con su fuente, la Voluntad Divina. Cuanto más una persona se identifique con el verdadero Aní-Ain, más estará en contacto con lo Divino dentro de sí”.


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