SHEM 23 - COMPARTIR LA LLAMA - מלה
Vocalización: MeLaH (Moshé Kordovero);
Me/La/He (A. Abbuláäfia).
Valor numérico: 75
Ángel portador del Nombre: Melah´el.
Valor numérico: 106
“Este es el día que hizo el Señor;
Nos gozaremos y alegraremos en Él”. (Tehil´lím/Salmos 118:24)
Significado: Algunas guematriót:
Mem-Lámed-Hé = 75 = Palabra, circuncisión (significado literal de la raíz Mem
Lámed Hé) = Kohén, sacerdote = Bitajón, confianza = Láila, noche.
Melah´el = 106 = Káv, línea (pero
también voz, habla) = Milúl, habla, palabra = Loa, garganta, faringe = letra
Nun extendida = Megulgál, reencarnación = Debek, grieta, fisura, fractura,
corrección, arreglo; Davák, pegar(se), unir(se), adherir(se).
Como Hód de Biná, el Nombre Mem-Lámed-Hé
canaliza la luz del pensamiento, tanto en su aspecto pasivo de comprensión
intelectual y lucidez, como en su aspecto activo de creación mediante la
palabra. En el primer caso, la meditación de este Nombre confiere una gran
comprensión y lucidez. Activa el entendimiento de las leyes universales, pero
no sólo en lo que respecta a la contemplación de los principios, sino también
en el aspecto práctico de cuál es nuestro lugar personal en todo ello. Es
decir, nos da sentido, sentido a nuestras experiencias y, sobre todo, el
sentido de nuestro tikkún. Tenemos al respecto una serie de guematriót, tanto
del Nombre como del ángel correspondiente, que nos lo explican:
Káv (106) es la línea, la luz
rectilínea que atraviesa el vacío después de la contracción (Tzimtzúm), y en la
que son emanados, creados, formados y hechos todos los universos manifestados.
Nun (106) tiene el sentido de
encarnación en aras de la individuación, caída y redención, descenso a los
mundos formales y retorno a la raíz del alma en Biná con los frutos maduros del
aprendizaje, es decir, habiendo actualizado todo el poder espiritual del alma.
Es la rueda de la trasmigración (megulgál, 106) que no tiene el sentido
negativo que estamos acostumbrados a considerar, teniendo en cuenta que el
objetivo es el tikkún, la propia deificación resultante de la unión con Di-s
(experiencia que en Cábala recibe el nombre tradicional de Devekút, de Davák,
pegar, unir, adherirse). Por supuesto, tienen lugar muchas fracturas en el
proceso (debek), se reciben muchas heridas, pero quien crea la forma sabe cómo
repararla, y este Nombre y su ángel canalizan un gran poder de curación (según
la tradición expresada fundamentalmente mediante todos los métodos de sanación
natural). Así, pues, podemos apelar a la energía del Nombre en medio de nuestra
noche (láila) particular y confiar (bitajón) en el sentido último de todo. Y
puesto que el mundo que vivimos es un reflejo de nuestro interior y de la
manera en que procesamos mentalmente nuestras experiencias, este Nombre confiere
el poder de crear nuestro propio mundo. Esto no sólo en el sentido restringido
de nuestras circunstancias personales. Mediante el poder de la palabra somos
cocreadores en la tarea de llevar a la perfección última el plan divino de la
Creación. Como hemos indicado arriba, el significado literal del Nombre Mem-Lámed-Hé
es palabra y también circuncisión.
La identidad de ambos apunta a un
poder creativo común, de la lengua y de la carne, consagrado mediante la señal
de la Alianza, en la circuncisión. Como dice el Séfer Ietzirá: “Diez sefirót
belimá (de la Nada) en el número de los diez dedos, cinco frente a cinco, y el
pacto único dirigido hacia el centro en la palabra de la lengua y en la palabra
del miembro (o bien, en la circuncisión de la lengua y en la circuncisión del
miembro)”.
El pacto es Bereshít, la primera
palabra del Génesis, es decir, Berít Ésh, Alianza de Fuego. Fuego del sexo
consagrado, fuego de la palabra consagrada. La Alianza de Di-s con el ser
humano. Creación mediante la palabra. El poder del Kohén, quien operaba el
fuego sagrado en el Templo de Ierushaláim.
Por otra parte, no es lógico, pensar
que no se haya dado un esoterismo en el Templo de Jerusalén – un complicado
entramado en el que todo está medido y reglamentado – ligado al número, a la
geometría sagrada, a la práctica personal y, por supuesto, a la letra hebrea y
a la pronunciación de Nombres (y también a la curación, uno de los poderes del
Kohén; además de impartir la Bendición, como vimos en el Nombre anterior). El
acercamiento a la Deidad comporta la asimilación del proceso creativo que
dimana de ella, tanto en el cosmos como en el ser humano. Por la comprensión,
clasificación y canalización de las energías divinas (representadas en el Árbol
de la Vida) el cabalista deviene en co-creador, pudiendo modificar no sólo su
interior en aras de alcanzar una perfección – entendida como la totalidad de su
ser – sino también de efectuar cambios en el mundo exterior, material y social.
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