34. OLVIDARSE DE SÍ MISMO - להח
Por Kabbalah y Torah en Expansión
Constantemente nos estorbamos a
nosotros mismos. Creemos que somos listos, inteligentes y capaces de resolver
nosotros solos nuestros problemas, sin ninguna ayuda de arriba. Este Nombre nos
hace a un lado de un codazo y permite que la Luz entre y haga el trabajo.
El Árbol de la Vida se refiere al
Mundo Superior que existe más allá de nuestros cinco sentidos; una dimensión
infinita llena de Luz y de energía divina. El Árbol de la Vida es un reino de
perfección absoluta.
Cuando sanamos de una enfermedad, la
Luz de sanación ha fluido sobre este reino. Cuando tenemos éxito financiero, la
fuerza de la prosperidad se deriva de esta dimensión. Cuando se crea una vida,
la fuerza vital que sostiene a todas las criaturas es emitida desde esta
realidad idílica. Pero hay una advertencia: el Árbol de la Vida hará descender
una de sus ramas a este mundo solamente si existe un deseo intenso por
agarrarse a sus ramas. Los anhelos profundos convocan al Árbol de la Vida. Pero
una cosa evita que lo hagamos: el ego.
Nosotros somos nuestros peores
enemigos. Permitimos que nuestros egos estorben nuestro camino al éxito. Nos
aferramos a nuestras opiniones. Cuanto más nos contradice la gente, más nos
aferramos a nuestras ideas. Nos duele enormemente abandonar los puntos de vista
que hemos sostenido por largo tiempo.
Es propio de la naturaleza humana
utilizar cuanta energía se requiera para probar un punto sin importar el costo.
Como resultado, nos seduce tomar decisiones que gratifican al ego pero lesionan
el bien común. Con frecuencia rechazamos las ideas de otros porque no se
originaron en nuestras ingeniosas cabecitas. Hasta podemos anhelar secretamente
el fracaso (aún cuando nos perjudique) si un plan se origina en alguien que
hizo caso omiso de nuestro consejo.
MEDITACIÓN:
Ahora trascendemos nuestros propios
límites, de tal manera que logramos agarrarnos al Árbol de la Vida. La
felicidad sale a nuestro encuentro ahora que el ego ya no está en el centro de
la escena. Dominamos el arte de evitar estorbar en nuestro propio camino al
desprendernos de toda obstinación.
“Cantad alegres al Señor, toda la
tierra; levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos”.
(Tehil´lim/Salmos 98:4)
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