PARASHAT TAZRÍÄ: LO QUE VEMOS EN LOS
DEMÁS EN REALIDAD ESTÁ EN NOSOTROS
Por Kabbalah y Torah en Expansión
El secreto en “VEHUVÁ EL-AHARÓN HAKKOHÉN... - Y será llevado a Aarón el sacerdote”
(Vaiikrá/Levítico 13:2)
Está escrito que si una persona
aparentaba tener lepra, tenía que acudir al Kohén HagGadol (el Sumo Sacerdote)
quién decidiría si tenía lepra o no.
Rabbí Itzjak dijo: Aprendimos que en
“la plaga de la lepra” plaga (nega) significa Juicio severo (Diná Takkifá) que
descansa sobre el mundo. Lepra significa apagar, como aprendimos, que es un
apagar de la luz celestial, evitando que la bondad celestial descienda al
mundo. “...esté en un hombre”: hombre en general alude a ambos, el hombre
arriba y el hombre abajo. “...será traído al sacerdote”, a saber: el sacerdote
abajo, quien está bien informado acerca de encender y apagar las lámparas, que
son las sefirót, de modo que a través de él habrá bendiciones arriba y abajo, y
que la plaga será eliminada y desaparecerá, y la luz de la misericordia morará
en todo. Por esa razón, “será traído al sacerdote”.
(Zóhar, Tazríä 25:137)
¿Pero por qué la Torá no indica
sencillamente los síntomas para diagnosticar la lepra en lugar de decir que la
persona debía ir a ver al sacerdote? En cambio, si queremos saber cuánta Tzedaká (caridad) dar, está escrito muy claramente que debemos diezmar el diez
por ciento. Usualmente, cuando queremos saber algo, podemos ir directamente a
la Torá y encontramos la respuesta. ¿Por qué es diferente con la lepra?
En respuesta a esto, la Guemará
enseña que nosotros no podemos ver nuestras propias aflicciones, sino solamente
las aflicciones de las demás personas. Es por ello que se debía consultar al
Kohén acerca de la lepra. Si nosotros mismos tenemos que decidir si somos puros
o no, es parte de nuestra naturaleza que siempre decidamos a nuestro favor. Sin
duda alguna, este principio aplica a muchas más cosas que la lepra. Siempre
vemos que está mal en los demás, pero no lo que está mal en nosotros. El Magguid
de Metsritch, Rav Dov Ber, enseñó que cualquier característica que observamos
en los demás en realidad está presente en nosotros. Es por ello que cuando el
Creador nos muestra un problema en alguien, no es para que señalemos las fallas
de esa persona: es para que nosotros veamos el problema en nuestra vida.
Incluso si entendemos por qué
debemos acudir a otra persona para saber que está mal en nosotros, ¿por qué la
persona debe ser un kohén? ¿Qué cualidades posee un sacerdote que no tienen los
demás? Una historia de Rabbí Iehudá responde esta pregunta hermosamente.
Había una vez una princesa que
adoraba en gran manera la sabiduría de Rabbí Iehudá, a pesar del hecho de que él
tenía una terrible joroba. Un día, la princesa le preguntó: “¿Por qué el
Creador dio una sabiduría tan magnánima a una vasija tan fea?”. Rabbí Iehudá
contestó con la pregunta: “¿Dónde guarda el vino tu padre?”. “En una botella de
arcilla”, contestó ella. “La gente pobre también guarda su vino en una botella
de arcilla”, dijo Rabbí Iehudá. “Pero tu padre tiene todo el dinero del mundo.
¿Por qué no guarda su vino en botellas de oro?”.
La princesa fue a casa y le dijo a
sus siervos que almacenaran el vino del rey en botellas de oro. Después de
cierto tiempo, cuando sirvieron el vino en una cena de estado, estaba dañado.
El rey estaba furioso y quería saber quién había arruinado su vino. Cuando la
princesa confesó, el rey le preguntó: “¿No sabes que el vino siempre debe guardarse
en una botella de arcilla?”.
Lo que vemos en el exterior rara vez
refleja la naturaleza interior de una persona. Esta es una enseñanza muy
importante, pero la pregunta sigue en pie: ¿Por qué un sacerdote es el único
que puede ver cómo alguien es realmente?
Considera lo siguiente: Un hombre muy
versado una vez se quejó con su rabino diciendo que las personas que iban al
templo en Shabbát estaban llenas de orgullo y pensaban sólo en sí mismas. Para
su sorpresa, el rabino le contestó: “Tal vez tú también estés lleno de orgullo.
Se dice que en el Templo Sagrado había un espejo en el cual no sólo se podía
ver a la persona física, sino también la espiritualidad de una persona. En
nuestros días, dado que el Templo Sagrado no existe, cada persona es un espejo
de otra. Lo que vemos en los demás en realidad está en nosotros”.
Es por ello que está escrito en la
Torá que uno debe acudir a un Kohén. El Kohén que revisaba la presencia de
lepra en la persona se revisaba a sí mismo primero. Si él no se revisaba con
absoluta verdad y desprendimiento, no podría ser honesto con los demás.
En términos espirituales, el Kohén
representa la Sefirá de Jésed (benevolencia, misericordia), lo que quiere decir
que el sacerdote tenía la capacidad de “salir de sí mismo”. Él no se
concentraba en sus propias necesidades, sino que, en lugar de ello, estaba
preocupado por las necesidades de otras personas.
Era para servir las necesidades de
los demás que Avrahám el Patriarca -la personificación misma de Jésed- tenía
una tienda con cuatro entradas. Él quería que la gente pudiera llegar a él tan
fácilmente como fuese posible y que entraran por cualquier abertura. Sólo
alguien que abandona su sentido de auto-importancia, sus propias necesidades y
deseos puede ver qué anda mal consigo mismo y no sólo lo que anda mal con los
demás. Es por ello que sólo un Kohén podía decidir quién era puro y quién no.
El número de versículos en esta
Parashá es también el valor numérico de la palabra Biná. Biná (Guimmatriiiá 67) es
una dimensión no física de la Luz y es el almacén o contenedor de energía para
todo lo que necesitamos y deseamos en la vida. Hoy en día, el cáncer es un
azote que nos aflige de la misma manera que la lepra solía hacerlo con las
generaciones de la Torá. La conexión con Biná en esta lectura nos ayuda a
elevarnos a una dimensión en la cual el cáncer no existe.
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